Al final del siglo diecisiete
Guli, Gulliver se hizo a la mar
con un gran equipo de valientes
que a la India querían llegar.
Pero un ventarrón, ¡ron!, ¡ron!,
terrible y huracanado,
al barco aporreó – ¡ron!, ¡ron!
muy duro y muy bien sonado
entre el nubarrón – ¡ron!, ¡ron!
de aquel singular tornado,
contra un gran rocón – ¡ron!, ¡ron! –
y el navío quedó desbaratado.
Nadó, nadó y por fin llegó
maltrecho y extenuado,
a una playa, se desmayó,
y personitas de allí lo amarraron.
Miles de flechas le dispararon
mil hombres chiquitititos,
y él aguantó toditi-ito
para no pelear y no aplastarlos.
Generoso y tolerante,
amante de la justicia y la paz,
tenía el alma de diamante
y el diamante brillaba en su faz.
Él amaba la libertad,
guerra y exterminio el evitó.
Honor, justicia y dignidad
impidieron de un pueblo el dominio.
Él era generoso y tolerante,
amante de la justicia y la paz,
Gulliver tenía el alma de diamante
y el diamante brillaba en su faz.
Gulliver, Gulliver, Gulliver.
Letra y música: Antonio Paoli y Eugenio Paoli